Un nuevo informe destaca el papel crucial del agua en el desarrollo
París, 12 de marzo – La fuerte demanda actual de agua no tiene precedentes y está inevitablemente llamada a aumentar. Esto obedece a diversos motivos: el crecimiento y la mayor movilidad de la población mundial; el aumento de los niveles de vida; la modificación de los hábitos en el consumo de alimentos; y la presión ejercida por las crecientes necesidades de energía, sobre todo en lo referente a la producción de biocarburantes. Estas son algunas de las conclusiones del Tercer Informe de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo, que se presenta hoy a la prensa, en vísperas del Quinto Foro Mundial del Agua, que tendrá lugar del 16 al 22 de marzo en Estambul (Turquía).
Este informe, que se publica cada tres años, contiene una evaluación global de los recursos de agua dulce de nuestro planeta. En su tercera y última edición, titulada El agua en un mundo en cambio, se pone sobre todo de relieve el papel que este preciado líquido desempeña en el desarrollo y el crecimiento económico.
“Dada la creciente escasez de agua, una gobernanza adecuada es más esencial que nunca para su gestión. La lucha contra la pobreza depende también de nuestra capacidad para invertir en los recursos hídricos”, declara el Director General de la UNESCO, Koichiro Matsuura, que se encargará de la presentación oficial del informe, en nombre de las Naciones Unidas, el 16 de marzo en Estambul.
En momentos en que la demanda de agua aumenta, algunos países están llegando al límite de la explotación de sus recursos hídricos. Por otra parte, es muy probable que los efectos del cambio climático contribuyan a agravar la situación. Además , está surgiendo el espectro de posibles rivalidades por el agua no sólo entre diferentes países, sino también entre distintos sectores de actividad y entre las zonas rurales y las urbanas. Esto podría hacer que la cuestión del agua se politizase en el futuro.
Existen ya políticas encaminadas a minimizar las pérdidas de agua, mejorar su gestión y reducir su demanda. Además, muchos países han adoptado leyes para proteger sus recursos hídricos y administrarlos con cordura. Sin embargo, el informe afirma que estas medidas todavía no han surtido efectos palpables porque con frecuencia se limitan exclusivamente al sector del agua, cuando las decisiones clave que le afectan se toman al margen del mismo. Para que las medidas sean efectivas, es imprescindible involucrar en ellas a responsables de muchos otros sectores –como la agricultura, la energía, el comercio y la banca–, dado que todos ellos ejercen una influencia decisiva en la gestión de los recursos hídricos. El informe destaca también la importancia que reviste la cooperación entre los gobiernos, las empresas del sector privado y las organizaciones de la sociedad civil.
Acceso al agua
Una de las observaciones importantes formuladas por los autores del informe se refiere a la inexistencia de servicios básicos adecuados relacionados con el agua –agua potable segura, saneamiento y producción de alimentos– en amplias regiones del mundo en desarrollo. Si las tendencias actuales persisten, se prevé que en 2030 habrá todavía 5.000 millones de personas –esto es, un 67% de la población mundial– desprovistas de servicios de saneamiento en buenas condiciones.
En este contexto, la perspectiva de alcanzar en 2015 de la meta relativa al agua potable y los servicios de saneamiento* establecida en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) es a la vez halagüeña y alarmante. En efecto, las tendencias actuales indican que, de aquí a ese año, más del 90% de la población mundial utilizará fuentes de agua potable mejores. Pero también señalan que los progresos en materia de servicios básicos de saneamiento son insuficientes para alcanzar el objetivo fijado en este ámbito.
Aunque el mundo va globalmente por el buen camino para alcanzar la meta de los ODM en lo referente al agua potable, el rezago del África Subsahariana es dramático, ya que esta región cuenta todavía con 340 millones de personas sin acceso a agua potable segura. El mundo no va bien encaminado, en cambio, para alcanzar la meta de los ODM relativa a los servicios de saneamiento. Numerosas las regiones del mundo se hallan muy lejos de esa meta y, entre ellas, destaca una vez más África, donde 500 millones de personas carecen de acceso a servicios de saneamiento adecuados. De hecho, será necesario duplicar los esfuerzos actuales para alcanzar el objetivo establecido por las Naciones Unidas con respecto al saneamiento.
La relación que guarda la pobreza con el acceso al agua es manifiesta: el número de personas que viven al día con menos de 1,25 dólar coincide aproximadamente con el de las que carecen de agua potable segura.
Esta situación tiene repercusiones importantes en el plano de la salud. Un 80% aproximadamente de las enfermedades que azotan a los países en desarrollo guardan relación con el agua y causan la muerte prematura de unos tres millones de personas. Por ejemplo, la diarrea mata cada día en el mundo a unos 5.000 niños, esto es, uno cada 17 segundos. Una décima parte de las enfermedades que se dan a nivel mundial se podrían evitar mejorando el abastecimiento de agua, los servicios de saneamiento, la higiene y la gestión de los recursos hídricos.
Presiones causadas por el aumento de la demanda
Aunque una parte de la población mundial sigue careciendo de facilidades de acceso al agua, la demanda actual de ésta es mayor que nunca. En los últimos 50 años, las extracciones de agua dulce se han triplicado y la superficie de las tierras de regadío se ha duplicado. Esto se debe básicamente al crecimiento demográfico. En efecto, la población mundial –estimada actualmente en 6.600 millones de personas– sigue creciendo a un ritmo de 80 millones por año. Esto va a suponer un incremento de la demanda adicional de agua dulce, que se cifrará en unos 64.000 millones de metros cúbicos anuales. Se estima que el 90% de los 3.000 millones de personas que vendrán a sumarse a la población mundial, de aquí al año 2050, nacerán en países en desarrollo. Muchas de ellas vivirán en regiones donde el agua está escaseando ya.
El crecimiento demográfico implica también una mayor demanda de productos agrícolas y, por lo tanto, de agua. La agricultura es, con gran diferencia, el sector que más agua gasta. En efecto, su consumo representa el 70% del consumo total de agua, mientras que el agua destinada a usos industriales y la dedicada a usos domésticos representan un 20% y un 10%, respectivamente. Si no se mejora la productividad del agua destinada a usos agrícolas, es probable que su demanda a escala mundial aumente entre un 70% y un 90% de aquí al año 2050. Esta perspectiva no es muy halagüeña, habida cuenta de que algunos países están llegando al límite de la explotación de sus recursos de agua.
Al mismo tiempo, en los últimos años se han registrado cambios en los modos de vida y los hábitos alimentarios, en particular un aumento en la proporción de la carne y los productos lácteos en la dieta de los países emergentes. A este respecto, cabe señalar que la producción de un kilo de trigo necesita entre 800 y 4.000 litros de agua, y la de un kilo de carne de vacuno entre 2.000 y 16.000 litros. Según estimaciones, el consumidor chino, que comía 20 kg de carne al año en 1985, va a consumir más de 50 kg en 2009. Esto significa que en China se necesitarán 390 km3 de agua adicionales cada año para la producción de alimentos. A efectos de comparación, cabe señalar que en 2002 el consumo anual de carne por habitante en Suecia se cifraba en 76 kg y en Estados Unidos en 125 kg .
Por otra parte, la producción de biocombustibles ha experimentado también un aumento brusco en los últimos años, lo cual ha tenido importantes repercusiones en la demanda de agua. En el periodo 2002-2007 la producción de bioetanol se multiplicó por tres y en 2008 ascendió a 77.000 millones de litros. Según las previsiones, en el año 2017 alcanzará la cifra de 127.000 millones de litros. Los principales productores de este biocombustible son Brasil y Estados Unidos, que cubren el 77% de la demanda mundial. En 2007, el 23% del maíz cosechado en los Estados Unidos y un 54% aproximadamente de la producción de caña de azúcar de Brasil se destinaron a la producción de bioetanol. En 2008, el 47% del aceite vegetal producido en la Unión Europea se utilizó para obtener biodiesel.
Sin embargo, pese a la utilización cada vez mayor de algunos cultivos para la obtención de biocarburantes, la proporción de éstos en la producción total de combustibles no es todavía muy elevada. Se calcula que el bioetanol vendido en el mercado de carburantes para transportes con vehículos de motor representó, en 2008, el 40% del total del combustible comercializado en Brasil, el 4,5% en los Estados Unidos y el 2,2% en la Unión Europea. Según los autores del informe, a pesar de las posibilidades que ofrecen para disminuir la dependencia de los combustibles fósiles, es probable que los biocarburantes acaben ejerciendo una presión desmesurada sobre la biodiversidad y el medio ambiente, habida cuenta de los recursos y la tecnología que se utilizan actualmente para producirlos. El problema más importante es que los cultivos para obtener biocarburantes exigen grandes cantidades de agua y abonos. Para producir un solo litro de biocarburante se necesitan entre 1.000 y 4.000 litros de agua.
Entre tanto, la demanda de energía aumenta en todo el mundo, lo cual repercute evidentemente en la demanda de agua. Se prevé que la demanda mundial de energía aumentará en un 55% de aquí a 2030. La demanda de China y la India representará de por sí sola un 45% aproximadamente del total ese aumento. Asimismo, se prevé que, entre 2004 y 2030, el índice de crecimiento anual de la hidroelectricidad será de 1,7% por término medio. El aumento global en ese periodo se cifrará en un 60%.
Pese a ser criticados por la importancia de su huella ecológica y de los desplazamientos de población que provocan, los embalses de agua constituyen para muchos una solución, habida cuenta de que reducen la producción de combustibles fósiles, de que corresponden a la necesidad de evolucionar hacia la utilización de fuentes de energía más limpias y de que, por último, ofrecen la posibilidad de un almacenamiento complementario del agua susceptible de facilitar la adaptación a la creciente variabilidad hidrológica, así como a la incertidumbre suscitada por el cambio climático. El uso del agua para la producción de energía reviste especial importancia en el caso de los países en desarrollo, cuyo potencial hidroeléctrico es considerable.
Repercusiones del cambio climático
Los científicos coinciden en afirmar que el calentamiento de la Tierra tendrá por resultado una intensificación y aceleración del ciclo hidrológico global. Esto puede traducirse en un aumento de los índices de evaporación y precipitaciones lluviosas. Aunque no se posee todavía una certidumbre total sobre las posibles repercusiones de esas alteraciones en los recursos hídricos, se prevé que la escasez de agua influirá en su calidad, así como en la frecuencia de fenómenos extremos, por ejemplo las sequías e inundaciones.
En 2030, el 47% de la población mundial vivirá en zonas donde la presión ejercida sobre los recursos hídricos será muy intensa. De aquí al año 2020, entre 75 y 250 millones de habitantes de África sufrirán las consecuencias del incremento de las presiones ejercidas sobre los recursos hídricos a causa del cambio climático. La escasez de agua en algunas regiones áridas y semiáridas del planeta podría tener importantes repercusiones en las corrientes migratorias. Según las previsiones, el número de personas que podrían verse desplazadas a causa de esa escasez oscilaría entre 24 y 700 millones.
Inversiones en agua
En opinión de los autores del informe, no sólo los países ricos deben invertir en sus recursos hídricos. Al contrario, su prosperidad futura depende en parte de las inversiones que efectúen en el sector del agua. El desarrollo de los recursos hídricos es clave para el progreso socioeconómico.
Las inversiones en el sector del agua pueden ser muy rentables en diversos planos. Se calcula que cada dólar invertido en la mejora del abastecimiento de agua y los servicios de saneamiento arroja un beneficio que oscila entre 3 y 34 dólares. En cambio, las inversiones insuficientes en estos ámbitos pueden ocasionar una reducción de hasta un 10% del Producto Interior Bruto (PIB). En lo que respecta a África, se estima que la pérdida económica global ocasionada por la falta de acceso al agua salubre y la carencia de servicios de saneamiento básicos asciende a unos 28.400 millones de dólares anuales, lo cual representa aproximadamente el 5% del PIB de este continente
Las inversiones en infraestructuras de saneamiento son también beneficiosas para el medio ambiente. En los países en desarrollo, más del 80% del vertido de aguas negras se efectúa sin tratamiento alguno, con la consiguiente contaminación de ríos, lagos y litorales.
Se estima que, en los países industriales, el costo total de la sustitución de las infraestructuras envejecidas de abastecimiento de agua y saneamiento podría alcanzar la suma de 200.000 millones de dólares anuales.
El problema del agua es tan sólo uno de los desafíos importantes que deben afrontar los países en desarrollo. Con todo, tanto los gobiernos nacionales como los organismos de ayuda externa dedican a las inversiones en infraestructuras de abastecimiento y saneamiento, así como a la creación de capacidades en el sector del agua, una proporción de sus presupuestos inadecuada, habida cuenta de los beneficios que esas inversiones producen. Así, se ha registrado una disminución de la ayuda prestada al conjunto del sector del agua por concepto de la Ayuda Oficial para el Desarrollo (AOD). Hoy en día, la ayuda a las inversiones en recursos hídricos representa solamente un 5% aproximadamente del total de la AOD.
Corrupción
La corrupción en el sector de los recursos hídricos podría incrementar en unos 50.000 millones de dólares el costo de las inversiones necesarias para alcanzar las metas de los ODM relativas al agua potable y los servicios de saneamiento.
Entre los ejemplos clásicos de corrupción cabe mencionar: los fraudes en los contadores de consumo de agua, el favoritismo en las compras de equipamientos por parte del sector público, y el nepotismo en la concesión de contratas públicas. En algunos países, las corruptelas relacionadas con el agua pueden suponer malversaciones de hasta un 30% de los recursos presupuestarios. Sin embargo, es poco frecuente que se trate de poner freno a estos modos de proceder, si bien es verdad que algunos países han adoptado iniciativas en este sentido, citadas en el informe. Donantes e inversionistas son conscientes de ello, por lo que la mayoría de los organismos de ayuda al desarrollo dan prioridad a los países con buenos resultados en la lucha contra la corrupción.
Mejor gestión de los recursos hídricos
Confrontados a una creciente escasez de agua, algunos países han empezado ya a integrar en los planes de desarrollo nacionales sus estrategias de gestión de los recursos hídricos. En Zambia se ha adoptado una nueva política global de gestión del agua con vistas a integrar esta última en todos los planes sectoriales. Debido a esa integración de la planificación de los recursos hídricos en el plan nacional de desarrollo, muchos organismos donantes de ayuda han incorporado las inversiones relativas al agua en su asistencia global a Zambia.
En Turquía se está llevando a cabo un programa de desarrollo económico multisectorial denominado Proyecto del Sudeste de Anatolia (G AP ), cuyo objetivo es incrementar los ingresos de la población de esta región subdesarrollada del país. Se prevé que el costo global definitivo del G AP ascenderá a 32.000 millones de dólares. Hasta la fecha se ha invertido ya algo más de la mitad de esa suma: 17.000 millones. Gracias a la extensión de los cultivos de regadío, la renta per cápita de las zonas rurales beneficiarias se ha triplicado. La electrificación de esas zonas irrigadas y el acceso de sus poblaciones al suministro de energía eléctrica se cifran hoy en un 90%. Además, los índices de alfabetización han subido, las tasas de mortalidad infantil han bajado, la creación de nuevas empresas ha aumentado y el régimen de propiedad de la tierra está evolucionado hacia esquemas más equitativos. Los asentamientos urbanos provistos de abastecimiento en agua potable se han multiplicado por cuatro. En definitiva, esta región de Turquía ha dejado de ser, hoy en día, la más atrasada del país en el plano económico.
Australia también ha modificado su política relativa a los recursos hídricos, adoptando toda una serie de nuevas medidas. En las ciudades más importantes de este país se han impuesto restricciones en el riego de jardines, el lavado de automóviles, el llenado de piscinas, etc. En 2008, el abastecimiento de agua en Sidney se escindió en dos: uno dedicado al aprovisionamiento en agua potable y otro destinado a proporcionar agua reciclada para los demás usos.
Las redes urbanas de abastecimiento y los sistemas de riego agrícolas son muy ineficaces, si se tienen en cuenta las importantes pérdidas de agua ocasionadas por los escapes. Se ha calculado que en la cuenca del Mediterráneo se desperdicia el 25% del agua en las zonas urbanas y el 20% en las acequias. Una parte de esta pérdida se puede evitar. Algunas ciudades –por ejemplo, la capital de Túnez y Rabat (Marruecos)– han conseguido que la proporción de sus pérdidas sólo se cifre en un 10%. En Asia, las ciudades de Bangkok (Tailandia) y Manila (Filipinas) han puesto en marcha programas de detección de los escapes de agua.
El tratamiento de las aguas residuales puede aumentar también la disponibilidad de agua utilizable. En algunos países, esas aguas se están reciclando para usos agrícolas. No obstante, el uso de aguas residuales urbanas en la agricultura sigue siendo limitado, excepto en determinados países con recursos hídricos muy escasos: 40% en la faja de Gaza (Territorios Autónomos Palestinos), 15% en Israel y 16% en Egipto.
Otro procedimiento es la desalinización del agua del mar para usarla como agua potable, o destinarla a usos industriales, en los países que han llegado al límite de explotación de sus recursos hídricos renovables (Arabia Saudita, Israel y Chipre).
El informe es fruto de la labor realizada en común por los 24 organismos y entidades de las Naciones Unidas que integran ONU-Agua, y el encargado de coordinar su elaboración es el Programa Mundial de Evaluación de los Recursos Hídricos (WW AP ). Este programa, cuya secretaría es albergada por la UNESCO, se encarga también de la publicación trienal del informe.
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